La jornada en la que el socialista Illa iba a sepultar casi 15 años ininterrumpidos de gobiernos nacionalistas, un periodo en el que se impulsó el proceso de independencia unilateral fallido del 2017, estuvo marcado por la aparición y fuga de Puigdemont. La presencia de Puigdemont en Cataluña fue pública, anunciada con antelación y con decenas de cámaras transmitiendo en directo su primer mitin político, y aún así el ex mandatario fue capaz de evadir los controles y sin que se conozca hasta ahora su paradero. Algunos sostienen que va de regreso a Bélgica, donde ha vivido desde hace siete años y otros que está en el sur de Francia o escondido en algún rincón del norte de España a la espera de que amaine la polémica por su “incursión” en el país.
Tras desaparecer, la policía autonómica catalana, los Mossos d´ Esquadra, que eran los que tenían la encomienda de cumplir la orden judicial para su detención, activaron durante cuatro horas lo que llamaron la “Operación Jaula”, que pretendía localizar y detener al ex presidente. Pero fue inútil. El único resultado concreto del operativo fue la localización del vehículo en el que huyó, que era propiedad de un policía autonómico catalán, que fue detenido posteriormente, al igual que otro agente que también colaboró con la huida del político nacionalista.
Además, se registraron 22 heridos leves durante la concentración y posterior disolución de los simpatizantes de Puigdemont a las puertas del Parlamento, que fueron roceados con gas pimienta por los agentes antidisturbios de la policía autonómica.
A pesar de que en Barcelona había un operativo policial intenso para localizar al ex presidente, de que todos los partidos políticos estaban más pendientes de si finalmente lo localizaban o no, y de que incluso el presidente del Parlamento, Josep Rull, ex consejero del gobierno de Puigdemont, valoró suspender el pleno para garantizar los derechos de todos los diputados, en referencia al impedimento del ex presidente de participar en el debate por la orden judicial en su contra, finalmente el socialista Illa logró sacar adelante la investidura por 68 votos a favor frente a 66 en contra y gobernará Cataluña hasta el próximo 2028. Illa se convierte así en el tercer presidente de la Generalitat de las filas socialistas desde la restauración a la democracia, después de Pasqual Maragall y José Montilla. Fin de la nota