Mucho de esto no es nuevo, pero sus dimensiones y poder político son suficientes para provocar alarmas entre la Casa Blanca, legisladores, organizaciones de defensa de derechos y libertades civiles y prominentes intelectuales, de que están amenazando los fundamentos democráticos de la república estadunidense.
Es parte del legado activo que cultivó Donald Trump, a quien se ha subordinado casi todo el Partido Republicano junto con extremistas, y que incluye un asalto al Capitolio como parte de una intentona de golpe de Estado, hecho sin precedente en la historia del país.
La agenda política derechista que ocupó el poder nacional con Trump durante cuatro años continúa hoy a nivel federal con legisladores republicanos frenando esfuerzos para defender el sufragio efectivo y a través de la mayoría conservadora en la Suprema Corte donde, entre otras cosas, está en riesgo el derecho constitucional al aborto, pero aún más efectivos son los esfuerzos derechistas a nivel estatal y local con gobiernos republicanos.
Es en los estados y condados donde la ofensiva para suprimir y hasta subvertir el voto se está impulsando. Más de 440 iniciativas de ley para obstaculizar y dificultar el ejercicio del voto, sobre todo de minorías y pobres, han sido impulsadas en 49 estados, y 19 entidades han aprobado 34 de estas leyes, reporta el Brennan Center for Justice.
Republicanos en estados donde controlan la legislatura y la gubernatura están usando ese poder para redibujar distritos electorales diseñados para consolidar ese control y dividir al electorado que suele votar en su contra, los demócratas han hecho lo mismo, pero no de manera tan efectiva, en entidades que ellos dominan.
Más aún, desde el nivel estatal han impulsado leyes para anular el derecho de las mujeres a servicios de salud que incluyen el aborto, así como para cancelar avances en la defensa de derechos civiles de la comunidad gay, ampliar la influencia de iglesias conservadoras en la política, “proteger” y ampliar el “derecho” de comprar y portar armas de fuego (casi todo lo relacionado con armamento privado se regula a nivel estatal en Estados Unidos).
Los republicanos y sus aliados de la derecha se han enfocado también en organizar y tomar control al nivel local, desde juntas escolares a puestos administrativos y de regulación a nivel municipal y de condados desde los cuales han impulsado medidas que afectan desde el programa de estudios de escuelas públicas, hasta qué libros se permiten o no en las bibliotecas, censura que se expresa cada vez más abiertamente en diversas partes del país.
Por ejemplo, esta semana, una junta escolar en Tenesi votó de manera unánime (10-0) a favor de prohibir la novel gráfica famosa, y ganadora del Premio Pulitzer, Maus de Art Spiegelman, la cual ya no podrá ser usada en sus aulas porque contiene material “inapropiado”, incluyendo algunas palabras y una figura desnuda. La obra es sobre el Holocausto.
También esta semana un alcalde del pueblo de Ridgeland en Misisipi se rehusó a entregar 110 mil dólares en financiamiento destinando al sistema de bibliotecas públicas en el condado exigiendo una purga de todos los libros sobre los gay antes de soltar los fondos.
En Virginia, el nuevo gobernador conservador acaba de instalar un sistema para que ciudadanos puedan denunciar a escuelas y maestros que estén abordando el tema del racismo de manera extensa.
En Texas una nueva ley busca limitar la enseñanza de historia reduciendo o eliminado referencias a la discriminacion contra mexicanos y a la esclavitud, parte de una ofensiva conservadora que hasta ha logrado frenar cualquier alusión crítica al Álamo. Un legislador republicano estatal texano circuló una lista de 850 libros a oficiales escolares del estado donde incluyó tanto libros ya viejos como nuevos por autores reconocidos como Margaret Atwood o hasta Quinceañera de Ilan Stavans.
En un distrito escolar en Kansas se retiraron 29 títulos de las bibliotecas, incluyendo una de las obras de la Premio Nobel Toni Morrison.
En York, Pensilvania, maestros y estudiantes lograron revertir con sus protestas una prohibición sobre varios libros escritos desde la perspectiva de niños latinos, afroestadunidenses y gay. Entre los libros había dos para niños sobre Martin Luther King y Rosa Parks.
Líderes conservadores han sido exitosos en detonar un debate nacional al atacar lo que llaman “teoría crítica de raza” –frase académica que aborda el estudio del racismo sistémico en Estados Unidos– al calificarlo de “antiestadunidense”.
En Florida se promueve un proyecto de ley estatal para limitar el enfoque sobre racismo, justificado por, textualmente, “no haga sentir incómodo, culpable, angustiado o cualquier otro tipo de destreza (a un individuo) por su raza”.
La Asociación de Bibliotecas de America (ALA) reportó que recibió 156 solicitudes para remover 273 libros en 2020, pero en el último trimestre de 2021, esa cifra se elevó a 330.
Desde enero 2021, se han introducido 122 proyectos de ley a nivel estatal para prohibir, limitar o condicionar libros en educación pública y bibliotecas en 33 estados, 10 de esos se han promulgado en ley en nueve estados, reporta PEN America. Según varios medios, ciertos libros ya han sido recogidos de escuelas en Texas, Pensilvania, Utah, Virginia y Wyoming.
Un observador de todo esto circuló una vieja cita de Heinrich Heine, poeta alemán del siglo XIX, como advertencia: “Donde quemen libros, también, al final, quemarán a seres humanos”.