Lo que se sabe –y en eso las partes interesadas se encargan de filtrar a la prensa lo que más les conviene y sólo hay que juntar todas las piezas para armar el rompecabezas más lógico– que Rusia y Ucrania no tienen inconveniente en que se establezca en Estambul un centro de coordinación de la ONU para evitar riesgos a la navegación de mercantes, mientras Turquía –como país anfitrión– se encargará de ofrecer la seguridad militar indispensable para que los buques puedan zarpar de los puertos ucranios, uno en Odesa y dos en Nikolayev, en rutas desminadas por determinar.
En esas rutas, que implican que Ucrania quite parcialmente las minas con ayuda de artificieros turcos en un plazo aproximado de dos semanas, debe declarase un alto el fuego cuyo cumplimiento se encargará de vigilar el centro de la ONU. El mayor progreso se alcanzó cuando Turquía propuso asumir la principal preocupación rusa: revisar que los barcos que irían a los puertos ucranios no llevaran armamento. Ucrania insistía en que buques de guerra de otros países de la OTAN, Turquía también lo es, se encargaran de garantizar la seguridad de la navegación en el mar Negro, mientras Rusia quería ella misma revisar los mercantes y escoltarlos en todo el recorrido.
Resuelta esta controversia que impedía avanzar hacia una solución, no debería quedar ningún escollo, pero… el entendimiento que se logró en Estambul se refiere a una sola parte de un mismo problema: la luz verde para los 130 barcos que esperan zarpar desde Odesa y Nikolayev.
Rusia, dispuesta a facilitar que lo hagan, quiere que se levanten las restricciones indirectas que afectan a su propia exportación de cereales, mediante la prohibición de asegurar la carga y el flete, las dificultades para efectuar los pagos, la negativa a que embarcaciones rusas descarguen en puertos y otras cuestiones logísticas que limitan sus envíos por mar.
Existe otro problema que puede echar abajo el acuerdo si no se le pone fin: los incendios deliberados, por sabotaje y bombardeos en primer lugar, de campos de cultivo de cereales en zonas del enemigo, de los cuales hay suficiente testimonio en las noticias de días recientes.
El acuerdo no se firmará hasta que el presidente Vladimir Putin se reúna con su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, en Teherán el martes próximo, ocasión en que el titular del Kremlin espera recibir de su colega seguridades de que convencerá al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, para que, a su vez, éste transmita a los dirigentes de Estados Unidos y su aliados un mensaje del Kremlin: el acuerdo entre Rusia y Ucrania pende de un hilo, si no se flexibilizan las restricciones indirectas contra las exportaciones rusas de cereales, que de satisfacerse, en realidad, sería para beneficio de todos.
Por otro lado, no es claro cuántas toneladas de cereales están acumuladas en silos ucranios. El presidente Volodymir Zelensky habla de cerca de 20 millones de toneladas, cifra que la ONU da por buena, en tanto Rusia cree que se trata de una cantidad menor, ya que –conforme a los datos que en fecha reciente proporcionó Taras Vysostsky, viceministro de política agraria y alimentación de Ucrania– desde que comenzó la guerra se observa una dinámica ascendente de las exportaciones de cereales por tierra: 350 mil toneladas en marzo, un millón en abril y 2 millones 100 mil toneladas ya en junio anterior.
En otras palabras, se trataría de más o menos la mitad de los 6 millones de toneladas que, según diversas estimaciones, quedaban por exportar de la cosecha ucrania del año pasado que llegó a 86 millones de toneladas. La urgencia para encontrar una solución ciertamente obedece a que para el otoño, con la nueva cosecha que pese a la guerra se espera del orden de 57 millones de toneladas, la cantidad de grano ucranio almacenado en los primeros meses del otoño puede llegar a 25 millones de toneladas, y eso sí podría desatar una crisis alimentaria a nivel mundial.
Faltan pocos días para saber si Rusia acepta firmar en Estambul el acuerdo para permitir la salida del cereal ucranio sin obtener a cambio la concesión que quiere para sus propias exportaciones de granos, aunque no es poco, en las circunstancias actuales, demostrar al mundo un gesto de buena voluntad de su parte.